cuerpo humano, en este caso el femenino, es inabarcable. Llevamos desde las cavernas utilizándolo como
medida de todas las cosas y aún hoy es perfectamente válida su utilización. Aún nos sobrecoge, nos vemos
reflejados en él y de forma intuitiva reconocemos su significado. Salvador Amaya lo sabe. Salvador Amaya
conoce la técnica escultórica. Lo ha vivido desde siempre en su casa y parece algo natural en él. Modela como
quien lee. No desconoce este artista la iconografía; es más, la domina y utiliza en su justa medida. Pero lo
que sabe este artista es ver en el cuerpo humano la magnitud con la que medimos lo universal.
Pablo Gómez