“Una obra espléndida, heredera de los grandes artistas clásicos.”“No es sólo una representación simbólica de la Carta Magna, sino una lección de saber artístico y cultural de este joven artista”Pablo Gómez
Salvador Amaya ha sabido dotar a la escultura de lafuerza racional que el tema necesita, para ello se ha validode una técnica depurada, estableciendo sus límites en laformulación clásica. La inquietante y persuasiva miradade la escultura recoge al espectador en una serenidadcontemplativa. Buen tratamiento de los detalles: pelo,diadema laureada, cenefas, etc. “No hay poder más eternoque el eterno poder del arte”, dice Salvador Amaya, a lahora de valorar la vida que el bronce o la piedra silencian. Antonio Pascual Alcaide